Los 44 y los detenidos desaparecidos
Luego de 366 días (1 año y 1 días para ser exactos) finalmente pudo ser localizado el siniestrado submarino ARA San Juan.
De esta forma se cierra un capítulo negro de la historia argentina, otro más, que mantenía muchos puntos de contactos con otro episodio tristemente célebre de nuestra trágica historia. Me refiero al de los detenidos desaparecidos.
Los 44 tripulantes del submarino descansan en su tumba metálica, fría y oscura a más de 900 metros de profundidad y con su localización los familiares y amigos finalizan la incertidumbre que significaba desconocer el paradero de sus seres queridos.
Muy distinto es el destino de aquellos familiares de detenidos desaparecidos del último gobierno militar. Ello seguirán peregrinando con la incertidumbre de quienes arrastran una esperanza contraria a toda lógica (lógica que no se puede exigir a quienes perdieron -máxime de esa forma- a sus afectos) de encontrarlos vivos, de que se hayan fugado y que se encuentren refugiados en otro país. No interesa ahora las diferencias entre unos y otros. Si eran "culpables", según la reprobable teoría de los 2 demonios a la que no sólo no adhiero sino que rechazo, (muchos me señalarán que ninguno de los 44 lo era) o inocentes (muchos de los detenidos desaparecidos lo eran). Todos fueron víctimas y dejaron atrás a familiares y amigos sin la imposibilidad de realizar el correspondiente duelo. Ambos grupos fueron victimas del Estado. En el caso de los detenidos desaparecidos por el terrorismo que éste ejerció durante los años de plomo y, en el caso de los 44, por negligencia, impericia o inobservancia de reglamentos o deberes a cargo de los responsables de la misión que los llevo a su muerte.
Muy a pesar de sus diferencias (sostengo que son muchas menos de las que ellos creen tener) en algún momento imaginé a familiares y amigos de detenidos y desaparecidos, y de los 44 marchando juntos codo a codo exigiendo memoria, verdad y justicia para sus amigos y familiares. Me encantaría que, habiendo lamentablemente transcurrido por un camino similar, los familiares y amigos de los 44, así como el resto de la sociedad argentina, puedan marchar junto a quienes todavía no pueden realizar completamente el luto de sus seres queridos de la forma que corresponde.
Y es que no se marcha sólo por las personas. Se marcha por lo que significa que el Estado, a quien voluntariamente le cedemos parte de nuestra esfera de poder para que lo ejerza en nuestro nombre, sea responsable de sus acciones y omisiones. Se marcha para restablecer la institucionalidad y la confianza en un presente y un futuro con bases sólidas que no sea arbitrario y donde los responsables por nuestro mandato (figura legal que implica que alguien que tienen autoridad -el pueblo-, le encomienda a otro alguien -los gobernantes- que cumplan con orden) sean fieles al mismo.
Cuando se inició nuevamente el camino de la democracia en nuestro país (1983) y se sometió a juicio a las juntas militares, se restableció gran parte de esa confianza necesaria para poder imaginar un proyecto de vida como país. A partir de ese momento tuvimos avances y retrocesos en esa construcción de la institucionalidad. Todavía falta mucho pero la clave consiste en caminar juntos en lo que nos une y respetar lo que nos separa de esa senda a recorrer. Para adelante, siempre para adelante.
Ello implica no dar pasos atrás en lo que implique una vulneración a los derechos humanos como forma de construir un piso en el que todos podamos sentirnos seguros para avanzar según nuestras propias convicciones.
PD: Hace muchos, muchos años, cuando era alumno de la Facultad de Derecho, hice una monografía para la meteria del Dr. Elías Neuman sobre las víctimas sobrevivientes o mejor dicho, la victimización secundaria de los familiares y amigos de los detenidos desaparecidos. Como parte de dicho escrito describía las 4 etapas de Worden (1991) por las que normalmente suelen pasar los sobrevivientes del homicidio. Estas comprenden: 1) Aceptar la realidad de la pérdida; 2) Sentir el dolor que la causa; 3) Ajustarse a una vida en la que el difunto ya no está presente; y 4) Reubicar al difunto emocionalmente para que la vida pueda seguir.
Worden no imaginaba al tiempo de escribir esas líneas cual sería el proceso para el caso de familiares y amigos de personas "desaparecidas" (por el terrorismo de Estado o por cuales hayan sido las causas que hayan llevado al hundimiento del ARA San Juan) porque a las antes mencionadas se agrega una etapa crucial entre la primera y la segunda (aceptación que normalmente viene precedida o en forma simultánea con la negación y la del dolor) que es la caracterizada por la incertidumbre. Ella lleva a que las personas que deban transitar el duelo de esta forma recreen casi infinitamente circunstancias en las cuales podrían haber evitado el resultado (con la añadidura de que al no conocer exactamente los detalles de lo ocurrido ello multiplica las posibilidades hasta casi el infinito).
Por lo menos para el caso de los 44 del ARA San Juan ellos ya se encontrarían en condiciones de superar esta etapa de la incertidumbre (no así para los familiares y amigos de detenidos desaparecidos que seguirán buscando y creyendo ver la cara de sus seres queridos en la multitud y aferrándose a la esperanza). No nos olvidemos y sigamos exigiendo memoria, verdad y justicia porque, como ya dije antes, aunque resulte un "episodio" lejano en la vida de muchos jóvenes, lo que se reclama de esa forma es por un presente y un futuro mejor que tenga como base un pasado sin mentiras ni verdades a medias.
Respetuosamente
Federico Muraro