top of page

El poder performativo de la palabra y "las drogas"


Crear al nombrar...

Cuando uno toma un cubito de hielo la "cosa" se puede transformar de acuerdo en la utilización que uno le dé a la misma. El hielo será entonces, para quien quiera un whisky "on the rocks", una forma de enfriar su bebida; para el que se haya quemado, será una forma de calmar el dolor aplicándolo sobre la herida; para quien quiera estudiar sus propiedades físicas o químicas será un objeto de análisis científico, etc.

Tipificar a los objetos es una manera de buscar regularidad en sus propiedades y eso nos brinda cierta seguridad. El ser humano tiende a la búsqueda de la estabilidad y rechaza la incertidumbre por el caos que esta conlleva para su aprehensión del universo que lo rodea. Ello no es así para el científico que pone más énfasis en el cambio, en las ideas del proceso que la estructuran. Se visualiza el cambio como condición normal de la vida social y se procura entender el mismo (talvez para volver a darle cierta regularidad dirán algunos y, de esa forma, volver a hacer entendible y "estable" la realidad).

Es decir, que las propiedades "objetivas" de una cosa no siempre son las mismas. Dependerán del lugar donde se posicione el que haga uso de la misma para un determinado fin. Lo que no debe perderse de vista es justamente eso... que una "cosa" puede ser distintas "cosas" y la definición variará de acuerdo al uso que se le asigne. Generalmente las personas utilizarán el objeto (la "cosa") de la manera en que todo el mundo reconoce que suele ser utilizado, sin plantearse el origen de esa finalidad que se le atribuye. Algo similar ocurre con las palabras.


Nombrando al narcotráfico y a las drogas... (1)

Cuando en el pasado se hablaba de drogas subsistían distintas definiciones en función de la utilización que a las mismas se les diera. Estas podían ser nutritivas, curativas, místicas, económicas, etc. En determinado momento se impuso la definición de drogas como sinónimo de violencia y perdición, de plaga que azota a la humanidad utilizada por individuos deleznables del crimen organizado para comerciar con la salud y la vida de nuestros hijos.

Seguramente no era esa la interpretación que se hacía, para dar un ejemplo, durante la guerra del opio, conflicto armado para imponer la importación de opio cultivado en la India y comercializado por la compañía británica de las Indias Orientales, administradora de la India que constituía una importante fuente de ingresos para los británicos y servía para equilibrar su balanza de pagos con China al compensar el gasto de las ingentes cantidades de té que Gran Bretaña importaba. ¿O sí? Uds. dirán... Fue así que se acuñó, y se impuso en época reciente, el término narcotráfico para definir actividades relacionadas a las drogas y quedaron englobadas, con ello, realidades heterogéneas y complejas ocultando particularidades significativas. Ahora la sola mención de dicho término es suficiente para infundir miedo a la ciudadanía y justificar medidas que avancen sobre conquistas políticas, sociales y económicas, resultado de siglos de lucha contra el absolutismo monárquico.

El problema (uno de los tantos en realidad) es que dicho término es el resultado de un enfoque arraigado a partir de la "guerra contra las drogas" y el mismo no fue más que el resultado de una estrategia política de control sobre determinados grupos antisistémicos tales como aquellos que se oponían a la guerra de Vietnam y los afroamericanos (hippies y los negros para ser políticamente incorrecto).


Veamos dijo el ciego…

“La campaña de Nixon en 1968, y la Administración Nixon después de ella, tenía dos enemigos: la izquierda antibélica y las personas de color. ¿Entiende Ud. lo que digo? Nosotros sabíamos que no podíamos hacer que fuera ilegal estar contra la guerra o ser negro, pero al hacer que la gente asociara a los hippies con la marihuana y a los negros con la heroína, y entonces criminalizarlos a ambos fuertemente, podíamos afectar a esas comunidades. Podíamos arrestar a sus líderes, allanar sus casas, disolver sus reuniones y difamarlos noche tras noche en las noticias nocturnas. ¿Si sabíamos que estábamos mintiendo acerca de las drogas? Claro que lo sabíamos” . Esto fue dicho en una entrevista brindada en 1994 por John Ehrlichman, asesor en jefe de Richard Nixon a la revista Harper’s, al periodista Dan Braun en su edición de abril de 2006 (2).

O sea que ¿el objetivo fundamental no era cuidar la salud de la población sino controlar a grupos políticos opositores a un determinado gobierno? Así parece….

Pero, más allá del objetivo que se persiguiera con la “guerra contra las drogas” quiero destacar que resulta fundamental analizar cómo se construyen los distintos discursos que intentan explicar determinados problemas y sus posibles repercusiones en agravarlos o resolverlos, ya que el discurso es un elemento esencial en la construcción de toda realidad social.

Dirán algunos que las drogas son perjudiciales para la salud… y a riesgo de parecerme a los miembros de la NRA (National Rifle Association) se podría contestar que las drogas no matan a la gente, la gente se mata con las drogas (3). Es decir que la “cosa” no es mala ni buena necesariamente, es lo que uno haga que sea con ella que puede ser positivo o negativo. Así actividades asociadas a una droga pueden ser curar, aliviar el dolor o elevarse espiritualmente (cómo se sostenía en algunas religiones) o controlar a grupos políticos opositores, países, etc. Es decir que existen clases de conductas que merecen ser analizadas y no objetos que determinan dichas conductas.


La guerra contra los celulares... Para no adentrarme en el fracaso de la “guerra contra las drogas” propongo un ejemplo absurdo para intentar visualizar la problemática.

En Argentina los accidentes vehiculares son la principal causa de muertes no naturales y, dentro de éstos, el uso de celular ha desplazado a la conducción bajo los efectos del alcohol (otra droga pero legal) como el principal “motivo”. Siguiendo el mismo razonamiento que con las drogas podría proponerse que debería prohibirse fuertemente el uso de este tipo de droga tecnológica imponiendo penas de prisión a los usuarios de telefonía celular al volante (actualmente es una infracción y únicamente si de dicho uso se deriva la comisión de un delito, el autor será penalmente sancionado). Ahora, ¿qué resulta más razonable prohibir el celular o prohibir la conducta de conducir utilizando el mismo? Imaginemos por un segundo que elegimos la primera opción, esto es, prohibir el celular, entonces estaríamos sancionando a la “cosa” y no a la conducta que uno despliega en relación a la misma.

Porqué, además preveamos que, una vez prohibida la “cosa” (el celular en este caso), seguramente se desarrollarán tácticas y estrategias tendientes a seguir usando la misma de forma solapada de las autoridades ante la “adicción” que genera la necesidad de comunicarse, aun al volante. No sería extraño pensar en quienes desarrollaran clandestinamente celulares lejos del control de calidad de las agencias estatales encargadas de verificar que los mismos cumplan con determinadas normas en relación a la emisión de radiación o niveles de ruido o materiales de construcción que fueran perjudiciales para la salud. Y probablemente, a medida que aumente la persecución de estos grupos, aumentaría paralelamente el valor de los mismos y, eventualmente, la violencia tendiente a permitir que se sigan fabricando celulares ilegales. Y seguramente crearíamos agencias de seguridad tendientes a perseguir y sancionar al delito organizado detrás de la comercialización de los celulares, a sus productores y a sus consumidores. Y se publicarían libros y se realizarían congresos para abordar la temática y así al infinito. Y seguramente algunos países centrales, preocupados por las devastadoras consecuencias de los celulares, desarrollarían políticas económicas, cuando no militares, de sanción o intervención en otros países más permeables a dichos dispositivos. Y, dentro de no mucho tiempo, habríamos definido la realidad que concierne a los celulares y, probablemente se la denominaría, celularterrorismo, o algo parecido. Además, destaco que una vez creada toda esa estructura, habría mucha gente viviendo de la misma, tanto desde su promoción como desde su lucha, todos ellos con intereses económicos en la subsistencia de la misma puesto que, de desaparecer, se verían desempleados (4). Sería la “guerra contra los celulares”…


En síntesis...

El problema está en identificar al celular (o a las drogas) con las conductas que se generan a raíz de la criminalización del objeto y no permitir, como consecuencia de ello, abordar otras estrategias que pueden resultar útiles al momento de disminuir los efectos perjudiciales que dichas conductas generan. Ridículo, ¿no? Bueno, algo similar ocurre con “las drogas” y el “narcotráfico”.

Si no desnudamos los términos usados para abordar la temática de la ideología que dio vida a los mismos, difícilmente podremos analizar la misma objetivamente y establecer políticas aptas para reducir los daños que las conductas asociadas a la cosa se despliegan. Si hasta en los estamentos científicos encontramos que este problema, que podríamos caracterizar como político, está presente puesto que la prohibición de algunas sustancias psicoactivas parece condicionar a los científicos a la hora de evaluar los daños que dichas sustancias suponen, de esta manera los investigadores trabajan muchas veces casi obligados a demostrar los efectos perjudiciales de las mismas y, no hacerlo, suele tener un costo muy elevado.

Es necesario, principalmente en un momento en el cual hasta otrora los creadores y principales impulsores de la guerra contra las drogas se replantean su utilidad, deconstruir la problemática asociada a las mismas o, que es casi lo mismo, hacer consciente su construcción.

 

Notas al pie: 1) El título original "yo te nombro" es un choreo descarado al cuento de Fontanarrosa, quien escribía líbelos muchísimo más interesantes y divertidos que el mío y que, a los que se aburran de leer esto recomiendo para apaciguar sus efectos y que pueden acceder mediante este link 2) "The Nixon campaign in 1968, and the Nixon White House after that, had two enemies: the antiwar left and black people. You understand what I'm saying? We knew we couldn't make it illegal to be either against the war or black, but by getting the public to associate the hippies with marijuana and blacks with heroin. And then criminalizing both heavily, we could disrupt those communities. We could arrest their leaders. raid their homes, break up their meetings, and vilify them night after night on the evening news. Did we know we were lying about the drugs? Of course we did. Link 3) La National Rifle Association es una asociación norteamericana que defiende el derecho de la población a poseer armas tanto para la defensa personal como para actividades recreativa y cuyos slogan más conocido es “Las armas no matan a la gente. La gente mata gente” (“Guns don't kill people. People do”). 4) Recomiendo al respecto la lectura del libro de quien fuera en vida uno de mis maestros, el Dr. Elías Neuman, quien en 1997 publicó su obra titulada “ Los que viven del delito y los otros. La delincuencia como industria”. Link

Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page